jueves, junio 28, 2007

Nosotros frente a la guerra

Dos libros he leído últimamente, ambos ambientados en la segunda guerra mundial, ambos escritos por judíos de origen ruso y ambos autores gente notable con una capacidad de resistencia ante situaciones críticas que les haces especiales.



Suite francesa – Irene Nemirovsky – la epopeya del manuscrito que origina el libro ya constituye un fantástica historia en si misma. La autora había conseguido un cierto renombre en el Paris literario de la preguerra y vivio la ocupación de Paris con un cierto desapego marchándose a la campagne francesa cuando esto ocurrió.

Las fuerzas del orden sumisas de Vichy embarcaron primero a Irene y posteriormente a su marido en los trenes hacia Auschwitz (ahora gracias a los gemelos idiotas llamado Campo de Concentración y Exterminio Nazi Alemán de Auschwitz-Birkenau) donde fueron asesinados.

Antes de marchar escondieron a sus hijas con su asistente que las hizo pasar por sus hijas durante toda la guerra, escondiéndolas en diversos sitios (en un colegio de monjas de donde fueron expulsadas y puestas en evidencia por las siempre piadosas fuerzas del catolicismo militante por ejemplo) y jugándose la vida en las supervivencia de las hermanas Epstein.

Las hermanas llevaron consigo durante todas sus peripecias el manuscrito inacabado de Suite Francesa, que quedo en el olvido hasta 1975 y no seria publicado hasta 2004.

El libro nos muestra dos de las cinco partes programadas por Nemirovsky antes de que el águila nazi disfrazada de gendarme petainista se cruzara en su camino. La segunda parte, “Dolce”, es más floja que la primera y es más visible en ella que la obra se encuentra inacabada y sin revisión.

“Tempestad en junio”, la primera parte es descorazonadora, siguiendo a varios personajes en la huida de Paris nos pone frente a la miseria humana en tiempos difíciles, el hombre de vuelta a las cavernas, la lucha por el mendrugo de pan o por cosas más banales. Nadie se salva en la descripción de Nemirovsky, si acaso una pareja de clase media que mantiene la dignidad gracias a su complicidad de pareja. La clase alta ruin y despreciativa atropella a los desheredados, pero en esas circunstancias la clase obrera es menos dócil y responde con violencia brutal.

Todos nos hemos metidos mentalmente alguna vez en la piel de nosotros mismos en una situación de guerra, una situación extrema que nos desvele a nosotros mismos como somos realmente, si somos el hijoputa retorcido que de vez en cuando asoma en nuestra vida actual o el tipo bien que creemos que somos en la mayoría de los casos. Tras leer Suite Francesa nos encontramos más cerca de contestar que el demonio podría sobre el angelito por incomparecencia del segundo.

Vassili Grossman- Carnets de Guerra, de Moscu a Berlin 1941-1945, Anthny Beevor

El recorrido del enclenque escritor judio ucraniano por la Guerra Mundial como corresponsal de КРАСНАЯ ЗВЕДА, el periódico del ejército rojo es apasionante. A través de los artículos y los comentarios de Beevor vivimos la batalla de Rusia.

El golpe de perder a su madre en la invasión alemana de Ucrania empujo a Grossmann apresentarse voluntario como corresponsal de guerra. Grossman se encontró en el frente derrotado, y no duda en criticar la imprevisión y el desconcierto de una guerra que el juzgaba inevitable. Este tipo de criticas junto al “amor” por los judíos de Stalin le hacia blanco predilecto de la NKVD pero el éxito, sobre todo entre los soldados, de За правое дело (la causa justa) le garantizo una cierta impunidad y flexibilidad de la que no gozaron otros autores menos afortunados.

Grossman se encontró cercado por los alemanes junto al 32 ejército de infantería soviético, vivió las derrotas sucesivas y cuenta con precisión la desesperanza combativa del pueblo ruso. Curioso es ver el contraste de la determinación combativa del pueblo ruso frente a la descripción de Nemirovsky del fatalismo francés.

En todos sus artículos, lo que destaca de Grossmann es su aproximación al pueblo, la descripción de personajes circunstanciales en la guerra (una anciana que conserva sus patatas, un caballo malherido, una pelea de niños borrachos..) al parecer este enfoque distinto de la guerra junto a su valor en la batalla, le convirtió en un periodista querido por los soldados aunque temido por las autoridades irracionales de la Unión Soviética.

La contraofensiva rusa y las esperanzas que despierta, como se pasa de estar hundidos a la euforia y de nuevo a situaciones críticas con la ofensiva del Caucaso y las batallas en torno a Stalingrado. En esta ciudad pasa Grossmann mucho tiempo, y contribuye a la fama de Vassili Zaitsev, el tirador que devolvió la esperanza al pueblo ruso y a dar publicidad al enfrentamiento que mantuvo con el mayor Koning que sirvió de base a la película de Jean-Jacques Annaud, Stalingrad.

Todo ello parándose muy poco en las batallas, solo cuadros fijos de personas en guerra. Como en el libro de Nemirovski, lo central en Grossman no es la guerra sino las gentes en tiempo de guerra.

1 comentario:

super hincha dijo...
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