martes, agosto 21, 2007

Terror sobre terror


Les bienveillants – Jonathan Littell. Gallimard. Prix Goncourt 2006

Una novela casi perfecta, sublime en sus inicios para luego caer en la repetición y en una moralina muy conservadora. Pocas veces me he sentido tan atrapado en una historia como en la primera mitad del libro de Littell. Un principio en el que se muestra el horror desde el punto de vista del verdugo casi indiferente justificandose en la levedad del individuo frente al designio social. Empleando la excusa de lo inevitable de la corriente.

Maximiliano Aue abogado, oficial de las SS, protegido de los empresarios cercanos a Hitler no muestra el más mínimo sonrojo ante la brutalidad con la que él mismo y sus semejantes se emplean. Littell nos enseña como el pensamiento se sofistica para justificar el comportamiento de uno mismo.

El libro deja algunas cifras históricas y nos empuja a enfrentarnos a ellas. Un ejemplo: “el frente del este: un muerto cada 4,6 segundos durante 3 años, 10 meses, 16 días, 20 horas y 1 minuto” Piensa en un conocido cada 4,6 segundos y elimínalo del mundo. Calcula cuanto tardas en quedarte sin conocido alguno en este planeta.

La narración detallada del perfeccionamiento de la maquinaria asesina nazi: desde la utilización de las fuerzas locales aliadas, con las chapuzas correspondientes a gentes que sienten asco de si mismo por participar en semejantes actos hasta las discusiones sobre como ejecutar al máximo posible de gente con el mínimo posible de desgaste material y psicológico. El embrutecimiento total de discutir larga y detalladamente sobre el procedimiento de la “solución final” mientras no se discute el fin último de la misma.

Ejemplo: En Kiev tras la conquista se comienza obligando a las victimas a cavar una fosa común para luego fusilarlos, caen en la fosa sin ningún orden y ocupan mas espacio del que ocupan posteriormente cuando se decide fusilarlos tumbados y alineados obligando a la siguiente ronda a taparlos con un poco de arena y tumbarse exactamente encima, donde son fusilados.

La utilización de los intelectuales más destacados del Reich para discutir sobre la oportunidad de exterminar a un pueblo caucásico que según las SS son una rama del pueblo judío, mientras la Wehrmacht defiende su no-judaísmo con el único fin de calmar a otros pueblos de la zona que podrían rebelarse ante tal operación.

Tras Stalingrado y su derrota, Aue es enviado de vuelta a casa y utilizado por Himmler como enganche entre los partidarios de la solución final rápida y los que pretenden ganar la guerra utilizando la mano de obra esclava. La piel de gallina cuando la conclusión del debate es aumentar en la justa medida el nivel de proteínas y vitaminas que reciben los prisioneros para que aguanten lo suficiente para producir un determinado numero de horas dejándose su vida en ello y ahorrando así en gastos de transporte hacia los hornos de la vergüenza.

Coincide la lectura del libro con mi visita en la Republica Checa del museo al getho judío de Praga y las instalaciones del campo de tránsito de Terezin donde se acumulaba a judíos de toda Europa antes de despacharlos a los campos de concentración donde según su valía física serian enviados a trabajar como esclavos o directamente a las cámaras de gas. Lo cual hace que el libro penetre activamente en mis espacios de no lectura y hace más interesante, si cabe, el meticuloso detallismo de Littell.

Les bienveillants te deja en varios momentos en blanco sin poder continuar leyendo y con ganas de llorar y su larga lectura es viciosa. Falla el libro en su parte final donde trata de ligar la podredumbre moral de Aue con un comportamiento sexual no ortodoxo y también es un tanto embrollado en la descripción de la vida personal de Aue antes de la guerra.

Sin embargo, y a pesar de estos dos pequeños fallos a mi juicio, Le bienveillants se convierte en un clásico y un libro que justifica plenamente la fama que le situó claramente como el libro de la rentrée 2006