miércoles, agosto 01, 2007

Envidia del oficio de escritor


Allá por los principios de los años 90, todavía guardaba la ilusión de ganarme la vida juntando palabras en textos que sobrepasaran la mera reunión de palabras y superaran la persistente cotidianeidad de la vida. Fue en ese momento cuando tuve un fugaz encuentro con un joven ensimismado en su mundo, pero no tímido, que disfrazado de heavy hacia todo mejor que los demás: tenía la personalidad que todos envidiábamos, hacia los comentarios que todos hubiéramos querido haber pensado antes de oírselos, gozaba de los favores de la chica más guapa del entorno y encima se lo merecía y , sobre todo,…. escribía como ninguno podríamos llegar a hacerlo.

A pesar de ello, o justo por ello, como los verdaderamente grandes estaba poseído por un cierto desprecio hacia si mismo y un distanciamiento hacia sus capacidades. No se trataba de la modestia tacaña del que se sabe superior sino un permanente cuestionamiento de uno mismo, la honestidad intelectual que relativiza la valía de lo que uno hace como una conjunción de factores que le son ajenos y que no sabe explicar precisamente.

Ya entonces publicaba lo mejor que se podía leer en lengua castellana en un autor por debajo de los treinta y ahora escribe lo mejor que se puede leer en un autor de cualquier edad. Ya entonces me moría de envidia y ahora no puedo sacarme la sensación de encima cuando cae en mis manos (mas bien cuando me abalanzo a la primera oportunidad) “días aun mas extraños” el ultimo libro de Ray Loriga, sucesión sólo en el titulo del “Días extraños” de 1994.

Se han recogido en el nuevo titulo diversos artículos publicados en EL PAIS sobre diversos asuntos y dos relatos nuevos englobados en una comunicación con Rodrigo Fresán. En las columnas identificamos la evidencia que ha hecho de Loriga el ejemplo de escritor insertado en la cultura popular de este cambio de siglo y con una consciencia despierta de lo que ocurre en su medio vital.

El arte, el cine, la matanza del 11-M y del 11-S, Dios y sus pretendidos (y pretenciosos) representantes en la tierra se encuentran en sus columnas de EL PAIS. Cortantes críticas a la Iglesia, a la arrogancia de la izquierda “mass media” dominante, a la anti-globalización gregaria militante, al divismo cultural y al papanatismo patrio se suceden en textos de belleza inusitada para un periódico. Todas ellas matizadas por la autocrítica y la relativización tan difíciles de encontrar en el columnismo español.

En los dos relatos y la carta a Fresan nos volvemos a encontrar con el Loriga que conocimos en “Lo peor de todo” y cuya esencia no se ha perdido en toda su carrera. Un exponente de implicación personal en la escritura inaudito, un trabajador sin tregua de la frase como elemento fundamental del discurso y una observación del mundo personal, como todas, pero única en su profundidad.

La afilada sucesión de frases acertadas es un arte complejo que alcanza su mayor expresión cuando el conjunto de frases te abre puertas a lugares que no conoces o que conoces e ignoras. Este arte lo ha alcanzado Loriga desde sus primeros libros. En “Lo peor de todo” ya tenía el don y no lo ha perdido con la madurez sino que ha luchado por conservarlo encerrándolo en formas diferentes, poniéndose a prueba en cada libro, pruebas merecedoras de respeto y de relecturas.

La beat generation se cuela en los textos de Loriga, en cada una de sus construcciones. Este tipo de fuentes es común en la generación de escritores españoles jóvenes de los noventa pero lo que hace diferente al madrileño es que es capaz de engarzar esa cultura con la de su propio tiempo. Cultura rock tendente a la electrónica. La innata habilidad de saber hacia donde se mueve el mundo o al menos intuirlo y de saber hacer que el lector perciba ese entendimiento sin entender él mismo apenas nada.

DIAS AUN MAS EXTRAÑOS, de LORIGA, RAY
El Aleph 2007